En nuestro día a día, usamos la tecnología biométrica (huella dactilar, reconocimiento de voz… ) en muchas ocasiones. Los beneficios de esta tecnología son claros: en el ámbito de la seguridad permite añadir parámetros más difícilmente “hackeables” que una contraseña. Pero estas tecnologías también tienen una cara B.

En el caso del reconocimiento facial, es especialmente llamativo, sobre todo porque no solamente se está usando para acceder por “nuestra cara” al teléfono móvil, sino que cada vez más aplicaciones móviles y plataformas online utilizan este tipo de inteligencia artificial. Por ejemplo, las que te ponen unas orejas de perro, o las que te enseñan “cómo serás” con unos años más encima.

En cualquier caso, la privacidad de nuestros datos personales está en juego. Más allá de esto, existen países que están usando esta tecnología para controlar a sus ciudadanos mediante cámaras de vigilancia. Solamente en China existen más de 300 millones de cámaras que usan la inteligencia artificial para saber quién está delante de ella. Este tipo de aplicaciones están provocando una gran polémica, debido a las implicaciones éticas y legales que conlleva. De nuevo entra aquí la eterna pregunta de si es lícito sacrificar la privacidad para aumentar la seguridad.

Fuente: elmundo.es

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