Rubén Cárdenes Almeida

Director de ingeniería de inteligencia artificial en Ultivue.

 

¿Alguna vez te has preguntado cómo Google parece leer tu mente con su función de autocompletar? ¿Cómo Alexa o Siri entienden tus preguntas? ¿Cómo YouTube pone subtítulos automáticos en los vídeos? ¿Cómo se mide la distancia recorrida por un jugador de fútbol en un partido? Todas estas preguntas tienen una respuesta en común: la Inteligencia Artificial (IA).

La lista de aplicaciones de IA es interminable, desde la presencia en teléfonos móviles (como reconocimiento facial y de huella dactilar y mejora de fotos) hasta en vehículos (asistente de frenado y cambio de carril), entre otros. Otras aplicaciones de IA existen sin que apenas las notemos, como la moderación de contenido en plataformas como Facebook y Google, y la optimización de la logística de transportes con complejos algoritmos de IA. Prácticamente en cualquier sector que se pueda nombrar, la IA está presente y cada vez con más fuerza.

Es indudable que el sector tecnológico ha centrado su atención en la IA. Sin embargo, en muchos otros ámbitos, la IA todavía es percibida como una tecnología más, algo que está bien pero que aún queda lejos. Lo que quiero decir es que la irrupción de la IA es tan fuerte que no podemos ignorarla, que nos afectará profundamente y que debemos adoptarla lo antes posible, independientemente de donde estemos. Aunque mi perspectiva puede estar sesgada por mi trabajo en este campo, permitidme poner algunos datos en contexto.

Antes de 2012, los mejores algoritmos de IA eran capaces de reconocer objetos en imágenes con un error del 25%. Sin embargo, a partir de 2015, los algoritmos basados en redes neuronales tienen un error inferior al 5%, lo que se puede considerar desde entonces como nivel humano o incluso superhumano.

En 2017, DeepMind publicó Alpha Zero, una IA capaz de vencer a grandes maestros en ajedrez, Go y shogi (ajedrez japonés), y que fue entrenada en sólo 24 horas. Además, el número de publicaciones sobre IA ha aumentado del 0,8% en 2000 al 3,8% en 2019, y en la conferencia más influyente sobre imagen médica en 2017 (MICCAI), el 60% de los artículos se basaban en métodos de IA.

Recientemente, en noviembre de 2022, OpenAI lanzó ChatGPT, una herramienta de IA basada en GPT-3.5, un gran modelo de lenguaje con el que se puede interactuar para una infinidad de tareas, desde la redacción de correos electrónicos hasta la creación de código de programación. Alcanzó un millón de usuarios en menos de una semana.

En cuanto al mercado laboral, una de las profesiones más demandadas (y mejor pagadas) en 2022, según IEBS y The Power Business School es el de «analista de datos/científico de datos», o «ingeniero de machine learning», según Linkedin España. Por otro lado, existen informes que predicen la desaparición de una larga lista de profesiones debido a la IA.

«Hoy en día es impensable una empresa que no tenga un mínimo de digitalización, independientemente de su tamaño o sector. De manera similar, en muy poco tiempo será inevitable el uso de IA para cualquier tipo de negocio».

He presenciado cómo la IA ha cambiado profundamente el panorama. En 2017, la empresa de software donde trabajaba no utilizaba IA para ofrecer servicios a sus clientes. Hoy en día, no se plantean usar otra cosa. Además, es un hecho notable que la mayoría de los algoritmos que yo y mis colegas usábamos hace 10 años han sido reemplazados por algoritmos de IA, ya que funcionan mejor y más rápido.

No hace falta exponer muchos más datos para constatar que estamos ante un cambio rápido y profundo con repercusiones en muchos niveles. En el mundo académico, es raro quien no esté al día ya. En la industria, la adopción de nuevas tecnologías es más lenta, pero está ocurriendo. Por supuesto, en sectores tecnológicos y grandes empresas, la IA es esencial hoy en día. Pero, ¿qué hay de las pequeñas y medianas empresas? ¿Deberían preocuparse en otros sectores? Mi opinión es que sí, y mucho.

Para hacer una analogía, el cambio es similar a la introducción de los ordenadores personales. Hoy en día es impensable una empresa que no tenga un mínimo de digitalización, independientemente de su tamaño o sector. De manera similar, en muy poco tiempo será inevitable el uso de IA para cualquier tipo de negocio. La diferencia es que este cambio está ocurriendo mucho más rápidamente.

Pero, ¿cómo podemos aprovecharnos de esta tecnología? En mi opinión, hay tres niveles:

  1. Aprovechando los recursos existentes: este es el nivel más básico donde todos podemos comenzar. No es necesario ser un ingeniero de software para utilizar herramientas de IA que resuelvan muchos problemas y aumenten significativamente nuestra productividad. ¿Por qué leer 4 páginas de un informe si una IA puede resumirlo en un párrafo? ¿O por qué no corregir un texto simplemente copiando y pegándolo en «ChatGPT»?
  2. Invirtiendo en software o servicios: hay tareas complejas para las que existen soluciones eficientes basadas en IA. Por ejemplo, existen herramientas de software basadas en IA que pueden predecir la demanda de un producto con mayor eficacia que usando tablas de Excel y gráficos. También hay empresas que ofrecen servicios de IA y consultoras que pueden dar respuesta a decisiones estratégicas importantes.
  3. Invirtiendo en recursos humanos: muchas empresas optan por desarrollar sus propias estrategias basadas en IA, lo que requiere una inversión en personal especializado. Las ventajas de tener recursos internos de IA son evidentes, pero los objetivos de la inversión deben estar claros. Además, una inversión así puede ser arriesgada, especialmente si se comienza desde cero, ya que se requiere tiempo para ver resultados. La buena noticia es que existe una gran cantidad de código abierto que se puede utilizar comercialmente y que acelera el proceso de adopción de IA.

Web3, blockchain, NFT, el metaverso y otras tecnologías de moda están muy bien, pero lo que está cambiando el mundo radicalmente y para siempre es la IA. Debemos estar al tanto de su evolución y aprovecharla cuanto antes. O, dicho más llanamente: debemos subirnos al carro si no queremos quedarnos atrás.

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