Félix Herrera Priano
Coordinador del Grupo Smart Cities.
Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, Madrid. Dr. Ingeniero de Telecomunicación.
Responsable del área de Ingeniería Telemática ULL
En ocasiones suelo emplear el término sensatez tecnológica para explicar cómo aplicar correcta y exactamente la tecnología cuando la necesito.
Nuestras vidas han cambiado, y también el mundo de las organizaciones y empresas con su transformación a digital. Independientemente de haber aplicado más o menos tecnología costaría poco elaborar un listado de iniciativas que se repiten en el tiempo, donde aplicamos intensamente tecnología pero, en el fondo, no terminamos de solucionar:
- Unas administraciones más modernas y ágiles.
- Un trabajo organizado y valorado por objetivos.
- Un planeta que cumpla con la sostenibilidad.
- Unas ciudades eficientes y habitables.
- Unas zonas rurales más pobladas y atractivas.
- Un turismo más responsable con el medioambiente.
- Unas pymes perfectamente integradas en la cadena de valor digital.
Somos muchos los que ponemos nuestro empeño en que este tipo de acciones progresen. Pero cuando se repite el mensaje de la transformación y detectamos un más de lo mismo, posiblemente hay algo que no encaja.
Cuando leo en prensa que ha finalizado un procedimiento que incluye un expediente de 30.000 folios fruto de un exhaustivo trabajo, sinceramente, no lo interpreto como un éxito. Y, si ha fluido dentro de un gestor y ha sido digitalizado, es lo de menos. La optimización y simplificación nunca deberían haber permitido que algo así suceda.
Otro interesante ejemplo lo publicaba el Diario Expansión en 2019. Nos enfrentamos en España a un reto legislativo con más de 12.000 normas aprobadas (nivel estatal, autonómico, local) cuando hace dos décadas eran la cuarta parte. Y es que no hay solución telemática o transformación digital que digiera bien esto. Alguien dijo acertadamente cuando no encuentras solución a un problema, probablemente no es un problema a resolver sino una verdad que debes aceptar. Puede que la racionalización normativa sea una utopía, la reducción de las administraciones compleja e inabordable o la deuda de las administraciones públicas no reducible. No anima saberlo, pero toca seguir adelante teniendo claro que esto no sólo se arregla con tecnología.
«Cuando no encuentras solución a un problema, probablemente no es un problema a resolver sino una verdad que debes aceptar».
No pretendo hablar en este artículo de las bonanzas de la transformación digital o de las múltiples tecnologías y herramientas que pueden acompañar a estos procesos. Ya se ha hecho perfecta y sobradamente desde DigitaliCCE. Me gustaría sólo aportar tres sencillos consejos por si invitan a la reflexión o, mejor aún, a un cambio.
- CONSEJO 1 – Ajustemos mejor el tiempo
«No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho». Ya lo decía Séneca en su obra De Brevitate Vitae (De la brevedad de la vida) hace 2000 años. Si me permiten la broma, creo que la suerte la tuvo Séneca al no disponer de una Tablet con conexión WiFi y 5G. Posiblemente no le hubiera quedado sosiego para tan brillante reflexión.
Nuestras vidas han cambiado, y no lo digo por el efecto pandemia / post-pandemia. El término modernidad líquida promovido por el sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017) define bien como se ha ido diluyendo por completo nuestra sociedad para toda la vida por algo más temporal y efímero. Me gusta emplear el término tiempo digital para definir ese tiempo entregado a las pantallas y diferenciarlo del tiempo convencional, el no sometido al habitual tsunami tecnológico. Y es que, a día de hoy, tenemos un importante problema con la falta de control de ese tiempo digital. De hecho ya creemos -o nos hacen creer- que cualquier fragmento de nuestras vidas es relevante, y por eso lo publicas y compartes. No pretendo entrar en las bondades o inconvenientes de estos sistemas (daría para otro artículo); pero lo cierto es que los días siguen teniendo 24 horas.
Según Digital 2021 – informe anual sobre las redes sociales y tendencias digitales de Hootsuite -los usuarios de las redes son ya 4.200 millones (más del 53% de la población mundial). Lógicamente las cifras han crecido con mayor rapidez por el efecto COVID-19.
El usuario medio pasa ahora casi 7 horas al día utilizando Internet. Si el tiempo es nuestro mayor valor, el tiempo digital puede estar subliminalmente impregnado de pérdida si no se gestiona bien. Pero, ¿Quién nos entrena a usarlo mejor? ¿Quién nos supervisa? ¿Quién nos aconseja?
Sirva como ejemplo pensar los años que llevamos volando a 900 km/hora tras renunciar a la aviación comercial supersónica por un problema de costes, que no de tecnología. Para suplirlo disponemos de aeronaves repletas de entretenimiento digital. Pero eso no evita desconsolarme por no poder llegar antes a los destinos. Está claro que mi principal valor sigue siendo el tiempo. Afortunadamente, y tras casi 20 años de ausencia, parece que volverán los vuelos a casi 2.000 km/hora. Enhorabuena.
- CONSEJO 2 – Seleccionemos mejor la información
Vivimos la época de información excesiva. Y es muy fácil caer en el error de confiar tanto en la potencia de la búsqueda como en los resultados que obtenemos. Y las redes se llenan – y se seguirán llenado de forma permanente – de contenidos. ¿Dónde está el límite? Ya no basta con estar informado. En este nuevo estatus, el clásico paradigma «la información es poder» o «quien tiene la información tiene el poder», lo modificaría de forma urgente a un «quién sepa seleccionar mejor la mejor información y gestionar su tiempo digital tendrá realmente el poder».
- CONSEJO 3 – Abordemos nuestra propia transformación digital
Nuestras vidas -las personales- cambian y se adaptan al entorno digital y lo hacemos muy rápido. ¿Motivo? Muchas veces es sólo ocio, entretenimiento. En la parte empresarial no sucede a la misma velocidad porque dependemos normalmente de asesoramiento, de una financiación. En definitiva, de recursos y de una adecuada gestión del cambio.
Tomo un minuto para contarles de dónde surge mi pasión por la transformación digital. Y no lo haré por exitosos casos de empresas japonesas, finlandesas o norteamericanas. Hace más de diez años, dos escáneres profesionales y un esquema propio de clasificación logró desprenderme de todo documento en papel (fotos incluidas). Eso llevó a una sincronización gigantesca de todas mis fuentes de datos. Curiosamente, esa transformación implicó la gestión del tiempo digital y de la selección de información (consejo 1 y consejo 2).
Hay una maravillosa obra del artista mexicano Jorge Méndez Blake titulada El Castillo – aunque me gusta denominarla el poder de un libro – que refleja como nadie como estos pueden llegar a tener gran influencia sobre las personas. Evidentemente la transformación digital de una empresa o de una organización es bastante más compleja e incluye otros muchos aspectos, pero todo es empezar, aunque sea con nuestra propia vida.
Aprovechando del castellano las denominadas palabras homófonas (se pronuncian igual aunque su origen, significado y escritura sean diferentes) y el título de esta publicación, puedo decir que sí, que yo me digitalicce. Ojalá este artículo también les anime y que esa decisión personal sume al efecto de la transformación digital de sus pymes.
Gracias por su tiempo (digital o no) y hasta una próxima ocasión.