Félix Herrera Priano

Coordinador del Grupo Smart Cities.
Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, Madrid. Dr. Ingeniero de Telecomunicación. Responsable del área de Ingeniería Telemática ULL

Si algo he aprendido después de reorientar parte de mi trabajo hacia la transformación digital e inteligente de organizaciones y pymes, ciudades, regiones/destinos hace ya más de una década, son dos cosas: a) la calidad de vida es lo que realmente importa a las personas, y b) las grandes dimensiones (por ejemplo, las grandes superficies o las gigantescas ciudades) afectan a esa calidad y a los niveles de servicio.

La innovación y la tecnología han llegado para completar un futuro que ya es presente. Pero aunque los coches sean autónomos o vivamos hiperconectados y rodeados de sensores hay dos partes que el ser humano siempre reclamará: vivir más y vivir mejor. Y es que nunca ha existido una proporción tan directa entre tecnología, inteligencia/eficiencia y calidad de vida.

Vivimos en un mundo tan global, acelerado y enormemente plano – donde lo que sucede en un punto del planeta se comunica de forma inmediata al otro extremo – que, a veces, nos centramos excesivamente en transformarnos, innovar, creer en el poder de los datos y de la información pero ya apenas nos detenemos a observar lo que sucede a nuestro alrededor.

Hace años leí un libro de finanzas que decía algo brillante: para invertir en el futuro no hay que analizar en exceso. Basta con abrir bien los ojos y observar aquello que gusta, que se utiliza diariamente, que es bonito o que resulta sexy o cool como dicen los americanos. Y es cierto. Basta con pensar en grandes y exitosas empresas como Netflix, Amazon, Zara, Mac Donalds o Coca-Cola. Si algo se usa o consume es porque es masivamente aceptado, independientemente de que el producto o su relación calidad/precio sea buena, que también suele estar en sintonía. Ante tantas expectativas en un mundo cambiante, merece la pena detenerse unos minutos y reflexionar.

«Vivimos en un mundo tan global, acelerado y centrado en el poder de los datos, que apenas nos detenemos a observar lo que sucede a nuestro alrededor».

Nuestras vidas eran y son ahora más Google, más Facebook, más Instagram o Whatsapp. Al igual que compramos en Amazon, eBay, Aliexpress y abonamos el importe vía Paypal o Bizum. Todo ello aderezado con un ingrediente imprevisible llamado COVID-19 que ha llegado para quedarse y modificar nuestras vidas.

Pero, ¿debemos renunciar a lo particular por lo global? ¿dónde queda la PYME en este escenario que parece engullirlo todo? Igual las cosas no han cambiado tanto como nos hacen creer y lo único que debemos es detenernos y observar mejor las oportunidades. Las PYMEs pueden y deben seguir teniendo su espacio. La transformación digital de las pymes es una realidad. Especialmente para personalizar lo global y centrar en eso su valor. Este artículo pretende aportar ese otro punto de vista. Vayan aquí algunos apuntes – fruto de esa observación – por si resultan de interés:

El teletrabajo que llegó para quedarse

El teletrabajo – tan de moda y necesario en esta época COVID-19 y post COVID-19 – es un excelente ejemplo. Un estudio de la Universidad de Stanford muestra como la productividad de los empleados ha aumentado casi un 3%. No es una cifra espectacular, pero sí suficiente como para seguir apostando por él.

En España teletrabajan casi tres millones de personas según el informe de Adecco Group Institute. Esto supone un 14,7% del total de ocupados, según la Encuesta de Población Activa (EPA) de finales de 2020. La cifra es notablemente inferior a la media europea (21,5%) o la de países como Holanda o Suecia (por encima del 40%).

La pandemia hizo que, colectivamente, necesitáramos empujar en el mismo sentido. Pero ahora que el efecto se amortigua aparecen las primeras voces sobre su fragilidad: tanto por las empresas, que no ven tan clara la flexibilidad horaria, como por los trabajadores, que manifiestan inconvenientes como la falta de comunicación, la conciliación familiar o las limitaciones en su carrera profesional.

En resumen, ¿hemos hecho el despliegue adecuado? Entiendo que no. La solución radica en definir un teletrabajo más acorde, proporcional y bien normado en relación al trabajo convencional que aún tendremos por mucho tiempo. Y eso llevará tiempo. Las ideas están servidas. Pongamos soluciones originales a este nuevo y espectacular campo de juego.

Servicios no tan automatizables

No todos los procesos se ejecutan de forma automática. Por mucho que hablemos de inteligencia artificial o robótica (donde es cierto que las máquinas están llegando para suplir el trabajo), quedan aún muchos elementos insustituibles: Una buena restauración o un servicio a medida son buenos ejemplos. No para el que tiene prisa. Pero sí para quien busca la exclusividad o el buen gusto. Y todo apunta a que ese reclamo será cada vez mayor. La telematización es positiva, pero las relaciones personales también. Somos personas que empleamos máquinas. No máquinas que interaccionamos con máquinas.

La movilidad que no termina de resolverse

Nuestras ciudades se llenan de personas y visitantes y, a la vez, reclaman de forma permanente soluciones de movilidad. El tráfico diario o los desplazamientos masivos así lo corroboran. La micromovilidad a base de patinetes y bicicletas son una medida interesante, pero no suficiente. Sólo las ciudades bien planificadas o aquellas que han impulsado proyectos tan interesantes como el presentado por la alcaldía de Paris Ciudad de los 15 minutos fomentan acceder a las funciones sociales básicas (trabajar, habitar, aprender, cuidarse, aprovisionarse y descansar) que incluyen, necesariamente, contar con los negocios cercanos. Micro-ciudades dentro de gigantescas urbes. Una idea tan brillante como práctica. Fomentar este tipo de proyectos por parte de las administraciones públicas hará, sin duda, que las PYMEs recuperen un espacio relevante.

La sostenibilidad siempre en el punto de mira

Al igual que el problema del crecimiento excesivo o la movilidad, la sostenibilidad es otro elemento prioritario y preocupante. Y es que las acciones que se desarrollan no son suficientes. El planeta así lo certifica.

Según la red de expertos Global Footprint Network, las personas actualmente consumen 1,6 veces más recursos de los que la Tierra puede regenerar. La mayor parte proviene del uso de carbono (60% de la huella ecológica de las personas). Este desolador panorama invita a no rendirnos y a que surjan empresas (tanto pequeñas, medianas como grandes) que sigan aportando soluciones originales y exitosas.

El ocio, tan necesario como original

El ocio fue, es y será la mejor compensación que encontramos los seres humanos al trabajo. Es cierto que la pandemia ha ahogado literalmente al sector, pero no debe quedarnos duda: resurgirá, porque hablamos de personas y ocio. Si a ese tiempo de desconexión sumamos viajes y nuevas experiencias, todo deberá reactivarse a un nivel igual o superior. Las ganas acumuladas están presentes y las nuevas oportunidades también. Observemos.

La longevidad y el bienestar importan

El tiempo es nuestro mayor valor. Afortunadamente las cifras de esperanza de vida en España a partir de los 65 años siguen siendo positivas.

Indicadores demográficos básicos (datos 2019, publicado diciembre 2020) – Fuente: INE

El envejecimiento bien llevado es también un espectacular campo de oportunidades, no sólo por los datos mostrados sino porque no habrá mejor fórmula que completar ese tiempo con actividades complementarias. Toca imaginar y pensar en ellas.

Urbes que se nutren del despoblamiento rural

La despoblación – un problema preocupante y relevante – está siendo analizado a nivel mundial. La obsesión por las grandes urbes y la excesiva focalización del negocio metropolitano son un hecho. Pero las mega ciudades son, cada vez, más insostenibles y requieren de presupuestos tan gigantescos como sus dimensiones. Es importante que la PYME tenga encendidos sus semáforos de alerta. Cualquier proyecto que anime a romper esta tendencia será un proyecto de futuro para la pyme. Entre otras cuestiones porque la superpoblación hará – posiblemente en menos años de los esperados – que lo de menor tamaño vuelva a considerarse atractivo y saludable. Habrá nuevamente que ponerse a imaginar cómo desarrollarlo.

No sólo miremos. Observemos. No paremos de observar.

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