Carlos Alberto González Delgado

Director de Estrategia de Cajasiete, Caja Rural. Miembro del Consejo Directivo de Economía y transformación digital del Consejo General de Economistas de España, ReDigital y responsable de la sección de Inteligencia Artificial

 

Juan y Pepe son dos empresarios del mismo sector procedentes de Arrecife y Mogán, con pequeñas empresas, pero consolidadas durante años y reconocido prestigio en sus respectivas zonas de trabajo. Los dos se conocieron en la grada sur de la Unión Deportiva Las Palmas y, tras años coincidiendo en el estadio y comentando las mejores jugadas, se hicieron amigos. Durante sus encuentros cada quince días, Juan y Pepe, al terminar el partido, compartían unas cervezas y, como empresarios, sus impresiones sobre cómo iba la economía y cómo estaban gestionando sus empresas.

Después de la crisis de la COVID, Juan contó con orgullo a Pepe cómo sus resultados habían bajado muy poco, a pesar de haberse visto afectado por la crisis. Aunque veía que la tendencia seguía negativa, Juan consideraba que el impacto había sido poco significativo. Pepe, escuchando atentamente, lo veía tan orgulloso que no le contó a Paco que su empresa había crecido un 30% en el último año.

Juan prosiguió y le contó a Pepe cómo había mantenido su empresa estable después de la COVID, diciendo que «yo siempre he hecho las cosas así y me ha ido bien» en los últimos 20 años, incluyendo la crisis del 2008, que superó con éxito.

Pepe, aunque era de la misma quinta, le preocupaba esa frase o, mejor dicho, la forma de pensar que podía haber detrás.  La resistencia al cambio puede venir de diversas fuentes, como el miedo al fracaso, la falta de comprensión de las nuevas tecnologías, o simplemente la comodidad en el statu quo. Quiso contarle a su amigo una anécdota, que había vivido en primera persona, respecto a cómo la digitalización no solo mejoró la eficiencia operativa, aumentó la productividad y los resultados de su pequeña empresa, sino que también pensaba que le iba a ayudar a medio plazo a mantenerse competitiva en un mercado cada vez más digital.

Pepe tomo la palabra y reflexionó con Juan sobre esto. Se dio cuenta de que había hecho algunos cambios en su empresa después de asustarse al leer un artículo titulado El 50% de las empresas podría desaparecer antes del 2030.

El artículo le preocupó y se preguntó si él sería uno de esos empresarios que «siempre hacen las cosas de la misma manera y que están destinados a morir». Entonces, decidió preguntar a uno de sus clientes, un empresario de una PYME mayor que la de él, Aythami, para saber qué opinaba él sobre el impacto de la transformación digital sobre la productividad de las empresas. Este empresario le citó el artículo de Funcas titulado La productividad española: retos y oportunidades, que comparaba la productividad de España con Europa y señalaba que las empresas españolas son mucho menos competitivas que las europeas. La verdad es que Aythami se puso un poco técnico, le confesaba Pepe a Juan, pero le interesó mucho la referencia al hecho de que el Banco de España ofrece información comparativa de España tanto con la UE como con los países de la eurozona sobre variables estructurales de la productividad ilustrativos para identificar dónde están los problemas de la baja productividad del tejido empresarial en nuestro país. Variables que se resumen en estas cuatro:

  1. El esfuerzo en innovación (I+D/PIB) es un 44% inferior a la eurozona.
  2. El stock de capital tecnológico como porcentaje del PIB es el 43,9% de la media de la eurozona.
  3. Existe una menor inversión en formación de los trabajadores. De hecho, el stock de capital humano (indicador corregido por calidad) es un 4,2% inferior al europeo.
  4. Posee menores dotaciones de capital público (en relación a la población), con un stock per cápita un 26,6 % inferior.

«La resistencia al cambio, independientemente de los motivos, inevitablemente impide mejorar la eficiencia operativa, aumentar la productividad y los resultados, así como mantener el nivel de competitividad en un mercado cada vez más digital».

Pepe, mientras daba otro sorbo a su cerveza, le decía a Juan que después de esa conversación con su cliente, no dejaba de darle vueltas a la cabeza a la frase «yo siempre he hecho las cosas así y me ha ido bien”, preguntándose si sería él uno de esos empresarios que morirían por no haberse dado cuenta de que el mundo está cambiando y con él, el gusto de los clientes, sus expectativas, sus hábitos de compra, los canales por donde se informan y compran.

Entonces, a raíz de las 4 claves que le había dado su cliente, reconoció que el esfuerzo de innovación y dotar más capital público, son cuestiones que no estaban dentro de sus posibilidades, pero sí que podía formarse más y digitalizarse a su nivel.

Desde estas conclusiones, hizo un plan muy sencillo, tan sencillo que le daba hasta vergüenza compartirlo con Juan. Sin embargo, gracias a la última cerveza y su amistad de años, decidió contárselo: formarse, conocer la situación de partida digital de su empresa e invertir en tecnología.

  • Para formarse, comenzó por leer sobre gestión de empresas y transformación digital y a buscar recursos útiles en el día a día, entre otros, newsletters de esas temáticas que le permitían mantenerse al día de cualquier novedad vinculada a la digitalización empresarial.
  • Además, para conocer el nivel de digitalización de su empresa, completó una herramienta de autodiagnóstico, que le ayudó a evaluar el nivel de digitalización de su empresa. Gracias a eso pudo disponer, de manera inmediata, de una valiosísima información que le permitió identificar las áreas en las que necesitaba mejorar.
  • Por último, en base a la principal área de mejora detectada gracias al punto anterior, realizó una inversión en tecnología, que le permitió mejorar su productividad exponencialmente.

Era tarde, Juan tenía que marcharse. Pepe en ningún momento de la conversación le dijo que su empresa había crecido más de un 30% en el último año, pero no importó. Era evidente que Juan no estaba interesado en su historia. Simplemente no iba a hacer nada nuevo, porque él era de los que decían «yo siempre he hecho las cosas así y me ha ido bien».

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