Javier Garabal
Consultor e inversor, gestor del fondo de capital riesgo Archipelago Next
En mi anterior artículo Financiación: Tiempos maravillosos, que la PYME puede y debe aprovechar trataba, entre otros temas, del rápido desarrollo del capital riesgo en nuestro país, y de la fantástica oportunidad que eso significa para las startups que nacen y crecen en España. En particular, una frase capturó la atención de algunos lectores, que me pidieron profundizara sobre ella: «disponemos de todo un sector estructurado, que sistematiza las condiciones para alcanzar dicho crecimiento» (refiriéndose al crecimiento ultrarrápido propio de una startup).
Por esa razón en el presente artículo intentaré ilustrar cómo el sector del capital riesgo –o mejor dicho, en sentido más amplio, el del emprendimiento digital- ha conseguido crear en los últimos años una maquinaria cada vez mejor engrasada, capaz de incubar y hacer crecer más y más startups que aspiran a ser competitivas a escala planetaria.
La materia prima que hace funcionar esta maquinaria es sin ningún lugar a dudas el talento. Cada año existen más instituciones y empresas dedicadas al desarrollo de talento enfocado al emprendimiento digital. Simplificando bastante, son esencialmente tres los perfiles que nutren estas jóvenes empresas innovadoras:
- CEO (Chief Executive Officer), encargado de la estrategia, de las finanzas, de liderar el desarrollo de la startup. Hay muchas escuelas de negocio e incluso universidades especializadas en formar este perfil. Sin ir más lejos, en Canarias se ha anunciado hace muy poco un MBA con especialización en empresas exponenciales.
- CMO (Chief Marketing Officer), encargado del marketing, casi siempre digital, con un fuerte matiz de hipercrecimiento o incluso growthhacking. Hace ya años que vemos formaciones de este tipo proliferar en nuestro país, aunque –si me permiten mi punto de vista, sin duda sesgado por mi experiencia personal– todavía quedan unos cuantos años más para que el mercado haga su trabajo de separar el trigo de la (abundante) paja.
- Y por supuesto: el perfil de CTO (Chief Technology Officer) por lo general informático. Un perfil muy difícil de encontrar, hasta el punto de que existe ya un cierto consenso que apunta a penuria a escala internacional. Hace ya tiempo que nuestras universidades y centros de FP no producen suficientes informáticos para responder a la demanda del mercado, entre otras razones -inexplicable para mi- porque no hay suficientes alumnos que demandan este tipo de estudios (¡uno de los pocos que hoy en día podemos decir que garantizan un empleo! de verdad que me cuesta mucho entenderlo). Afortunadamente, también aquí la maquinaria del mercado se está movilizando y empiezan a surgir propuestas muy interesantes de reciclaje de perfiles profesionales hacia la programación informática, por ejemplo, con formaciones muy intensivas a menudo llamadas bootcamps, y que también tenemos la suerte de ver surgir en nuestras islas.
Pues bien, todo empieza cuando algunas de estas personas talentosas deciden juntarse y tienen una idea de negocio. Muchas veces esto ocurre de manera espontánea, aunque de un tiempo a esta parte vemos como están surgiendo empresas e instituciones dedicadas a fabricar startups. Es el caso de los Venture Builder – uno de mis agentes favoritos de esta maquinaria que afortunadamente también hemos visto nacer recientemente en nuestro Archipiélago.
Hay Venture Builders de muchos tipos: los que están dentro de una gran empresa que busca con esta metodología una manera de acelerar su capacidad de innovar, los que se dedican a copiar sistemáticamente a velocidad de vértigo startups prometedoras de USA o China, etc… Pero en general todos tienen una cosa en común: ponen la idea de negocio y el capital, y juntan un equipo para crear una nueva startup, quedándose con una parte (en general pequeña, aunque hay de todo en la viña del señor) de las acciones de la nueva empresa. Como casi todos los agentes de la maquinaria startupera, cuentan con la estadística: saben que muchas de las nuevas startups fracasarán, pero alguna de ellas les dará una rentabilidad tan grande que compensará las pérdidas de todas las demás.
En ocasiones, tanto en las startups que surgen espontáneamente como en las generadas por Venture Builders y similares, falta alguna pieza clave en la nueva empresa, sobre todo entre los perfiles donde existe mayor penuria. Pues bien, la maquinaria también se está movilizando en este sentido: cada vez surgen más empresas que ofrecen servicios para startups a precios muy razonables (casi siempre a cambio de acciones también), completando así el equipo, aunque sea de manera externa. Así, tenemos empresas de CFO as a service, que ayudan a las startups no solamente a gestionar los números, sino a levantar rondas de financiación. También estamos viendo como los buenos perfiles de CTO montan empresas que ofrecen CTO as a service, una excelente manera para un buen tecnólogo de apostar inicialmente por varias startups a la vez, supongo que para terminar decidiéndose más tarde por aquella más prometedora… La verdad, yo no creo mucho en trabajar en una startup part time, pero ese es probablemente un tema para otro artículo.
«Muchos fondos y business angels son capaces de ganar dinero con su actividad, a la vez que ayudan a las pequeñas empresas innovadoras de nuestro país a crecer y desarrollarse. Sin duda esta es la cara más amable del capitalismo».
Bueno, ya tenemos equipo e idea… falta el último elemento esencial para obrar la magia de la innovación exponencial: el capital
Los propios Venture Builders suelen financiar el capital inicial. Normalmente hablamos de 30, 50, a veces 100 mil euros, aunque en los países más avanzados (USA, UK), esto ya se está empezando a hacer a lo grande, y los tickets de incubación pueden alcanzar incluso el millón de dólares (aunque, claro está, esta cantidad no se la dan a cualquiera).
Aquellas startups que no tengan la suerte de nacer en un entorno así, recurren a las 3 efes (FFF: Family, Friends and Fools). Esto sí que no es nuevo (la palabra quizás sí, aunque ya no tanto…) pues este es el recurso al que vienen recurriendo los valientes emprendedores de nuestro país desde la noche de los tiempos: pedirle dinero a su red personal de familia y amigos.
Bueno, pasan unos meses y nuestra startup ya ha crecido un poco: probablemente disponga ya de un prototipo o producto mínimo viable, incluso quizás ya ha facturado algo. La siguiente pieza de la maquinaria es la aceleradora (según Wikipedia: “institución para impulsar startups mediante un programa basado en convocatorias con un plazo de tiempo estipulado. Estos programas incluyen mentorización, formación intensiva, educación digital y tutorización por parte de la empresa”). La aceleradora aporta capital a veces, pero lo más importante es el conocimiento y los mentores. Aunque hay algunas aceleradoras que trabajan sin ánimo de lucro (tenemos la suerte en Canarias de disponer de alguna de ellas), en la mayoría de los casos la empresa propiedad de la aceleradora (o los mentores individuales) se queda con un pequeño porcentaje del capital de la startup.
Pasan otros meses y ya nos encontramos en el estado pre- semilla, aunque algunas dan el salto directamente a semilla (sí, vale… todo esto es un poco complicado. Pero si no, no tendría gracia). En este estadio aparece la figura del business angel también llamado angel investor. Como su nombre dice, es el capitalista benefactor de la empresa que apuesta por ella en etapas muy tempranas. El tamaño de la ronda de inversión en este caso suele ser de entre 100 y 200 mil euros, y la ronda la cubren varios business angels (el ticket de inversión típico de cada uno de ellos ronda los 20 o 30 mil euros). Aunque en Canarias ya disponemos de algunas redes de BAs, en mi modesta opinión la actividad de los Business Angel en general debería notarse bastante más en nuestra comunidad autónoma.
Sigue pasando el tiempo, y llegamos ya a la siguiente ronda, donde entran en juego los primeros fondos de capital riesgo: los fondos de capital semilla. En este estadio la startup puede estar valorada entre 3-5 M€, y el equipo fundador, tras las diluciones de las rondas anteriores, todavía tiene típicamente entre un 70 y un 90% de las participaciones. ¡Si, han leído bien!: unos pibes que empezaron con una idea hace un año y pico ya tienen (aunque sea virtualmente) una participación en una empresa que puede valer el millón de euros… ¿no es increíble?
En España existen muchos fondos que operan en este espacio, y en Canarias también tenemos. Típicamente lo que los fondos suelen pedir para invertir en este tipo de rondas es disponer de un producto ya bastante terminado, y una facturación recurrente en torno a unos 100 mil euros al año.
Una interesante alternativa a los fondos de capital riesgo y business angels, tanto en fase semilla como pre-semilla. es el crowdfunding. Se trata de plataformas que ayudan a las startups a levantar capital de muchos (decenas o, incluso, centenas) pequeños inversores, que suelen sindicarse para tener una sola voz en los órganos de administración de la empresa para así simplificar la gestión. También tenemos la suerte en Canarias de disponer de este tipo de plataformas especializadas.
Y luego, no olvidemos los agentes de financiación pública. Hay muchos: ENISA, Neotec- CDTI, Horizonte 2020, en Canarias SODECAN, etc… que realizan una gran labor para completar las rondas de capital privado con capital adicional, por lo general no dilutivo para el equipo emprendedor.
Tras el capital semilla llegan las rondas serie A, luego serie B, etc… donde el tamaño de las rondas ya alcanza los varios millones de euros. Ya hablamos de startups creciditas con valoraciones de varias decenas de millones de euros. Existen también fondos de capital riesgo especializados en este tipo de rondas y, salvo error por mi parte, creo que ninguno de ellos está basado en Canarias… todavía. Seguro que llegarán pronto.
La lógica de toda esta maquinaria es simple: mientras las startups levantan capital en sucesivas rondas para las cuales han tenido que ir alcanzando determinados hitos (de producto, facturación etc…) como si fuese una carrera de obstáculos, cada uno de los actores que invierte capital las acompaña durante un tiempo, en general con la expectativa de salirse del capital (en la jerga startupera se llama exit) unas cuantas rondas más tarde, cuando entre un pez más gordo. Realizan así un buen multiplicador de su inversión que, no olvidemos, no solo irá a generar beneficio para el fondo, sino para compensar las pérdidas de otras inversiones, entre las cuales (en torno a un 60%, dice la estadística) habrán multiplicado por cero. Sí, sí… por CERO. ¿Se imaginan si su banquero o gestor de carteras les dice que tal o tal inversión multiplicó por cero?… Por eso lo llaman capital riesgo.
Dicho esto, muchos fondos y business angels son capaces de ganar dinero con su actividad, a la vez que ayudan a las pequeñas empresas innovadoras de nuestro país a crecer y desarrollarse. Todo un ejemplo de win-win, como dirían los anglosajones. Sin duda esta es la cara más amable del capitalismo, a la cual estoy orgulloso de pertenecer.
Me dejo seguramente en el tintero muchas más piezas de esta maravillosa maquinaria: mentores profesionales, plataformas y programas de formación, plataformas de tokenización de activos, etc… Pero el número de palabras del artículo ya no da para más.
Desde luego que emprender en una startup digital sigue siendo un acto de alto riesgo, pero espero haberles convencido de que los emprendedores cada vez están más y mejor acompañados por los diversos actores de ecosistema. Una vez más, les animo a que se lancen. No solamente por el posible premio, que es potencialmente muy jugoso… ¡sino porque el camino es apasionante!