Enrique Dans

Profesor de Innovación en IE Business School

 

La transformación digital es un tema que, desde sus inicios, ha experimentado un problema de base: siendo, como es, un concepto que entra dentro de la lógica más aplastante, cambiar tu forma de hacer las cosas cuando tu contexto cambia, ha sido habitualmente considerado algo propio de grandes compañías, caro, vinculado con tecnologías complejas o con legiones de consultores que aterrizan en la compañía con su taxímetro en la oreja.

¿Cómo debe una PYME enfrentarse a la transformación digital? ¿Cómo desnudar el concepto, despojarlo de su mística, y hacer que tenga sentido en nuestro contexto? ¿Qué ofrece la transformación digital a una PYME, y cómo se puede plantear de manera que sus frutos tengan sentido? La respuesta es sencilla si entendemos que la transformación digital de las empresas es simplemente eso: ADAPTACIÓN. Un concepto profundamente darwiniano que todos entendemos fácilmente: ante los cambios en el entorno, el que sobrevive no es necesariamente el más fuerte ni el más rápido, sino el que mejor se adapta.

La transformación digital en las organizaciones

El contexto es el que es, y ofrece muy pocas dudas: desde hace ya muchos años, la digitalización se extiende a cada vez más actividades. Nuestros proveedores, nuestros empleados, nuestros clientes y prácticamente todos los actores que nos rodean digitalizan sus actividades cada vez más. Lo vemos en nuestras relaciones con ellos, e incluso en nuestra vida personal, o en la de nuestros hijos. La tecnología se ha convertido en un potente dinamizador de todos los procesos, y en algunas ocasiones, ya casi en la única forma de hacer las cosas.

La transformación digital es un proceso que prácticamente todas las compañías tienen en la cabeza, pero que en muchos casos preferían aparcar. El enemigo, en la terminología enrevesada de los académicos como yo, se llama ISOMORFISMO: la tendencia de las organizaciones humanas a parecerse a su entorno normativo. Básicamente, lo que hace que la mayoría de las compañías que actúan en un sector determinado tiendan a hacer las cosas de la misma manera. Nos resulta difícil entender que tenemos que evolucionar, sobre todo si nuestras metodologías funcionan y tenemos, además, familiaridad con ellas. Tendemos a minimizar los cambios del entorno, a verlos como cosas de frikis, como excentricidades, o como cosas a las que, simplemente, no les vemos la lógica. En muchas ocasiones, incluso los ridiculizamos, o pretendemos rebelarnos contra ellos… como si eso fuese a servir de algo.

Pero, de la noche a la mañana, el cambio nos golpea, como lo haría una bola de demolición: la pandemia, por ejemplo, ha sido un despertar brutal para muchos, que han visto que, si no se digitalizaban, si no cambiaban sus métodos de trabajo, podían simplemente verse abocados al cierre. La PYME, en este sentido, es un entorno brutal y descarnado: en la mayoría de los casos, ni se cuenta con recursos ociosos para plantearse cambios ambiciosos, ni se tienen las reservas que permiten aguantar durante una crisis. No nos engañemos: la supuesta flexibilidad de las PYMES es un camelo, que proviene del hecho de que son muchas, aparecen y desaparecen a gran velocidad, y eso las lleva a ser flexibles en conjunto, no individualmente.

¿Cómo enfocar la transformación digital si eres una PYME? La respuesta, por obvia, parece absurda: poco a poco. Empieza por dibujar tus procesos. Seguramente creerás que no te hace falta: el responsable de una PYME, por lo general, tiene sus procesos tan interiorizados, tan claros, que le parece que los tiene tatuados en la piel, y la idea de dibujarlos le parece absurda. Si me aceptas un consejo, de hecho, no los pintes en un papel: usa un ordenador y un programa de dibujo o de presentaciones, y hazlo en la pantalla. Será una forma de iniciar tu transformación, pero sobre todo te facilitará arrastrar bloques, cambiar flechas, modificar tamaños o retocar cualquier parte del diagrama.

Empezar por pintar tu cadena de valor actual puede parecer conservador, continuista… pero no te preocupes. Lo de la idea genial que te permite transformarte de golpe es un mito, que solo suele ocurrir cuando las compañías empiezan prácticamente desde cero. En tu caso, piensa despacio si quieres llegar lejos. Y, sobre todo, cuando empieces a pintar procesos y flujos de información, no te olvides de lo más importante: las personas. Sí, así: con nombre y apellidos. Pon responsables en todas partes. Primero, porque lo normal en una PYME es que sean pocas, y que las conozcas a todas, de la primera a la última. A veces, conocerás hasta a su familia, si es que no son de la tuya propia. Y segundo, porque la gran verdad de la transformación digital es que no existe. No, por mucho que creas, las compañías no se transforman: se transforman las personas. Y esa es precisamente la razón por la cual, como PYME, deberías intentar sacar ventaja del tema: porque conoces a las personas con las que trabajas, sus condicionantes, sus límites, su forma de trabajar o su mentalidad. Y esa, en transformación digital, es una ventaja fundamental.

«La gran verdad de la transformación digital es que no existe. Las compañías no se transforman: se transforman las personas«

A la hora de buscar la transformación digital en las empresas, no creas en los mitos: si alguien te dice que determinados perfiles – personas de más edad, o con menor nivel educativo, o cualquier otra variable sociodemográfica – tienen más difícil transformarse, no te lo creas. Las personas se transforman cuando les pones delante una propuesta de valor adecuada. El momento actual, en plena pandemia, es buena prueba de ello: nunca habrías esperado ver a tantas personas siendo capaces de abrir un ordenador, instalar el Zoom o cualquier programa parecido, y saltar de repente y sin que nadie les dé un cursillo en medio de una videoconferencia. En efecto, es posible. Solo hace falta que veas claro qué hay en ello para ti, que entiendas el porqué del cambio. ¿La tecnología? Plantéatela al final: si necesitas que haga algo, seguramente será posible. Y no faltará quien te ayude con ella.

A partir de ahí, intenta simplificar. La tecnología, por lo general, hace las cosas más sencillas. Si ves que te las complica, seguramente es que no vas bien. El objetivo final debe ser incrementar tu flexibilidad, ofrecerte formas de hacer las cosas de manera más eficiente o mejorar tus grados de libertad, pero también podría ser mejorar tu imagen y la percepción que otros tienen de tu compañía, comunicarte mejor con proveedores o clientes, ser capaz de reducir su incertidumbre cuando tratan contigo, o muchísimas cosas más. Pero lo que verás, con total seguridad, es que la transformación funciona como una enorme apertura de oportunidades, como abrir una ventana y que entre el aire fresco. Solo hace falta entender que no se trata de complicarte la vida, sino de simplificártela, y que lo que tienes que transformar no son cosas, sino personas. En una PYME no debe ser más complicado, sino más sencillo.

Plantéatelo. El contexto ha cambiado, y lo sabes bien. Transformarse ya no es elección, es obligación. Y para una PYME, con todos sus condicionantes que tan bien conoces, más aún.

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